05:24Un hombre enmascarado, un escondite subterráneo y una carta anónima: el plan secreto que casi destruye a la Corona británica

El 5 de noviembre de 1605 un grupo de conspiradores católicos estuvo a horas de derrumbar el Parlamento en Londres. Guy Fawkes, la cara visible del complot, pasó de villano a héroe con el tiempo

“Recuerda, recuerda, el 5 de noviembre, el complot y traición de la pólvora. Porque no veo razón por la cual la Traición de la Pólvora debería ser olvidada”. Hace más de cuatrocientos años que Inglaterra repite ese dicho popular, que empezó siendo una reivindicación de la monarquía y el anglicanismo y que desde hace muchas décadas se transformó en prácticamente lo opuesto: un recordatorio de que el poder establecido puede ser desafiado.

Pero aunque la religión oficial pasó a ser el anglicalismo, hacia el 1600 había miles y miles de católicos ingleses. Por sus creencias y costumbres, estaban oficialmente obligados a pagar multas por lo que el Estado denominaba “recusantismo”, es decir, por negarse a asistir a los servicios eclesiásticos anglicanos.

Los católicos más pudientes debían pagar hasta 20 libras esterlinas mensuales o, en caso de explotar alquileres, estaban obligados a entregar dos tercios de lo que obtenían. Pero además, corrían el riesgo de ser encarcelados e incluso ejecutados.

En 1603 murió la reina Isabel I y se abrió una esperanza entre los ingleses católicos que vivían en la isla y también entre los que se habían exiliado por la persecución religiosa. Jacobo I era el heredero del trono: era hijo de María, reina de Escocia y católica.

Ese origen abría las expectativas de que el rechazo a quienes no eran anglicanos se aliviara y la tensión disminuyera. En efecto, durante los primeros meses de su reinado, Jacobo I se mostró más bien moderado respecto de la población católica.

Pero el escenario cambió drásticamente enseguida. El rey sostuvo que la paz sólo se conseguiría mediante “profesar la verdadera religión”. En febrero de 1604 Jacobo I fue por más: ordenó que todos los sacerdotes jesuitas y católicos abandonaran el territorio inglés y reimpuso las multas por recusantismo, que se habían suspendido por un breve tiempo.

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