05:13Un conflicto vecinal de dos años, una decena de llamadas a la policía y un final inesperado: “Fue un acto de rabia, no de miedo”

Ajike Owens y Susan Lorincz vivían una enfrente de la otra. Lo que empezó como una discusión por ruidos y juegos de niños se convirtió en un enfrentamiento que terminó de la peor manera

Sucedió la noche del viernes 2 de junio de 2023 en una comunidad residencial de Ocala, una pequeña ciudad situada en el norte del estado de Florida. Faltaban unos minutos para las 21 cuando los vecinos escucharon un disparo. Segundos después, el grito de un niño y un pedido desesperado: “¡Llamen al 911! Le disparó a mi mamá”.

El conflicto entre AJ y Lorincz arrancó en 2021. Según los registros policiales, las llamadas por “disturbios” o “problemas vecinales” comenzaron a acumularse hacia finales de ese año. Susan Lorincz —quien vivía con su gato y trabajaba como administrativa desde su domicilio— solía quejarse por los ruidos que hacían los hijos de Owens cuando jugaban en el terreno compartido entre sus respectivas viviendas. Aseguraba que “invadían” su propiedad y que hasta paseaban a su perro por el terreno, a pesar de los carteles de “Prohibido pasar”. En una de las llamadas, —donde ella misma se describe como “la vecina perfecta”— llegó a denunciar que los niños “dejaban excremento del perro junto a la cerca”.

Una disputa mínima que fue creciendo

Los agentes fueron al menos una decena veces al lugar, siempre por denuncias similares. Ninguna derivó en cargos formales. En los reportes, algunos vecinos describieron a Lorincz como una mujer “solitaria, con un temperamento explosivo”. Otros, como una vecina “obsesionada con el control”. “Antes de que ella se mudara, a los niños les gustaba jugar al fútbol ahí. Se mudó y no deja que nadie juegue porque dice que es privado. Cuando traté de explicarle me contestó: ‘Ustedes, los negros siempre…’”, contó AJ en uno de los testimonios que aparecen en el documental.

En el complejo, Owens era conocida como una mamá presente. Trabajaba como encargada en un McDonald’s y criaba sola a sus cuatro hijos: Isaac (14), Israel (12), Afrika (9) y Titus (6). Había nacido y crecido en Florida y, desde hacía tres años, alquilaba en esa comunidad tranquila de Ocala, donde casi todos se conocían por nombre. “Era una muy buena madre. Se sacrificaba para que sus hijos fueran a una escuela privada e hicieran deporte”, contaron sus allegados.

Pero las discusiones con Lorincz se fueron volviendo cada vez más agresivas. Según testigos, la mujer filmaba a los niños desde su ventana, les gritaba insultos raciales y, en más de una ocasión, amenazó con llamar a la policía si se acercaban a su jardín. También se había comprado una sirena, que activaba desde su casa cada vez que los chicos jugaban cerca, y solía subirse a su camioneta para hacer rugir el motor, como una forma de ahuyentarlos. Owens había intentado evitar el conflicto. Hasta que el 2 de junio de 2023 su paciencia se quebró.

Aquel 2 de junio de 2023, un grupo de chicos jugaba afuera cuando, según la investigación, Lorincz les lanzó un par de patines y les quitó una tablet. En su versión, ella sostuvo no hubo agresión: dijo que solo estaba devolviendo los patines que habían dejado en su jardín. Los niños la contradijeron. “Cuando le reclamamos la tablet, salió y nos revoleó un paraguas. También nos gritó ‘imbéciles’”, contó uno de ellos a la policía.

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