Garbage, un show regado de temas clásicos y un sentido mensaje para las argentinas

Garbage es de esas bandas que se ganaron un lugar en la historia por cuestiones que van más allá de la trascendencia de sus canciones y del éxito comercial. Su baterista, Butch Vig, es posiblemente uno de los máximos responsables de la explosión del grunge y del rock alternativo de los 90. En su rol de productor, fue quien sacó lo mejor de Nirvana en Nevermind, de los Smashing Pumpkins en Siamese Dream y de Sonic Youth en Dirty. Supo leer el cambio de época como ninguno y por eso, cuando formó su propia banda con la vocalista Shirley Manson, el bajista Duke Erikson y el guitarrista Steve Markeron, sabía exactamente lo que quería: un sonido ajustado que fusionara los estilos de la década -que iban del rock a la electrónica y hasta el trip hop-, con la sensibilidad del pop, cortesía de la cantante nacida en Edimburgo. La fórmula, como quedó demostrado anoche en el estadio Obras en su tercera visita a la Argentina, sigue funcionando a la perfección.

¿Cuál es el secreto? El cuarteto sabe que lo mejor que tiene para ofrecer está en sus dos primeros discos, Garbage (que este año cumple 30 años) y Version 2.0, y se agarra fuerte de ellos. Poco importa que en dos meses van a sacar un disco nuevo, Let All That We Imagine Be the Light. Mientras que algunos artistas aprovechan para estrenar canciones, ellos van a sus temas más contundentes y en más de una ocasión hacen referencia a un pasado en el que según la frontwoman todo era más simple, como dijo al cerrar el concierto con “When I Grow Up”. “La escribimos cuando éramos muy jóvenes y es un poco irónico que la toquemos ahora que somos muy, muy viejos”, admitió entre risas. El público, en la misma sintonía, celebró la seguidilla de clásicos (“Stupid Girl”, “Special” y “Only Happy When It Rains”) que llevaron al concierto a su punto más alto, tras “Cup Of Coffee”, según ellos, la composición más triste de todo su repertorio.

Garbage se presentó anoche en ObrasJ.C” Fotografia

En un contexto donde hay toda una nueva generación de artistas mujeres dominando diferentes escenas, es inevitable no enaltecer la figura de Shirley Manson. A diferencia de sus contemporáneas, sobre el escenario nunca fue una riot girl. De hecho, su voz suave sobresalía en un movimiento en el que las demás cantantes solían alzar la voz y gritar. “Con esa sutileza, podía sonar aún más subversiva”, observó Vig en los años formativos del grupo.

Su tono suave y su presencia voraz sobre el escenario siguen siendo cautivantes y contrastan con la figura combativa en la que se transformó hoy. En los últimos discos, Strange Little Birds (2016) y No Gods No Masters (2021), la banda se radicalizó y sus letras empezaron a tratar cuestiones sociopolíticas. Durante ese período se mostró como una de las más fervientes defensoras de los derechos de las mujeres. Sin ir más lejos, en 2019 visitó la Argentina para participar en un panel de mujeres artistas coordinado por Bárbara Recanati, que en esta ocasión ofició de telonera. “Fue muy valiente y audaz que hayan salido a las calles para levantar sus puños y exigir por mejores condiciones para las mujeres”, dijo al presentar “The Men Who Rule the World”, una canción inspirada en la lucha del colectivo femenino argentino por el aborto legal, seguro y gratuito mientras una luz verde teñía el escenario.

El look de la cantante toda una declaración de principiosJ.C” Fotografia

El look que eligió para salir a escena también parece una declaración de principios: un vestido rosa que recuerda al vaudeville francés y el pelo rubio platinado al estilo Barbie. La excentricidad no es fortuita. Manson aboga por la libertad sexual y pide respetar a todos sin importar su género. “No te pido que te guste, no te pido que lo hagas. Solo quiero que mantengas la boca cerrada. Tenés que saber que podés querer a cualquier persona sin importar con quién se acueste. ¿Por qué estás pensando en lo que otro hace en su habitación? Es raro”. Así manifestó su apoyo a la comunidad LGTB antes de dedicarle uno de sus mayores éxitos, “Cherry Lips (Go Baby Go!)”.

En tiempos donde reina la distancia y la frialdad, Shirley intenta conversar con el público con la calidez de quien está en un pub hablando con los parroquianos que tiene a su alrededor. Enseñó algunas palabras típicas del inglés de Escocia y pidió disculpas por no hablar español. “El gobierno escocés no invirtió en enseñarnos idiomas y después no pude aprender porque estuve ocupada en una banda de rock and roll”, bromeó.

En vivo, Garbage se transforma en un quinteto. Mientras Erikson y Marker destilan un sonido abrasivo de electro rock con las guitarras y los teclados, la bajista Nicole Fiorentino, que fue parte de Smashing Pumpkins, levanta un muro de concreto con la batería de Vig, que toca con la precisión de un reloj nuclear.

Antes de los bises, Manson sorprendió al empuñar una guitarra para el final de “You Look So Fine”. De pronto, el espíritu shoegaze de My Bloody Valentine sobrevoló el estadio Obras y no dejó lugar a dudas: Garbage es la banda que mejor supo amalgamar todo lo que ocurría musicalmente a ambos lados del Atlántico en los 90. Por eso, por más que apele a la nostalgia, sigue sonando fresca y vital, con una sofisticación que pocos pueden ostentar.

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